Pina Bausch es considerada una de las figuras más influyentes de la corriente postmoderna y la danza contemporánea. Fue única en su experimentación del movimiento y logró dotar a la danza de un carácter de verdadera modernidad.
La artista defiende “la acción debe salir con toda sinceridad, para ello hay que dejar que cada cual se exprese según sus motivaciones internas. Después viene una adecuación de ese sentimiento a lo que se quiere hacer. Muchas veces no hay que retocar nada”. De este modo ella buscaba la honestidad en sus obras, el movimiento sincero y puro que representan las emociones. Prefiere trabajar con bailarines a actores ya que asegura que muestran mejor sus intenciones y mantienen una mayor libertad expresándose.
Pina Bausch es una fuerte pero difícil personalidad creadora. Su lenguaje corporal a la hora de bailar no pretende narrar sino mostrar una realidad cruda, pura y solitaria, haciéndonos partícipes de lo doloroso que puede resultar la introspección. En ocasiones un sentimiento de desesperanza nos inunda al ver su obra y nos hace indagar en nuestras propias emociones.
En su recorrido artístico no ha trabajado únicamente con bailarines, sus obras coreográficas abarcan mujeres y hombres ajenos al mundo del baile de los 14 a edades muy avanzadas. La artista lo quiso así ya que buscaba una interpretación distinta, fuera del sesgo que pueden suponer en ocasiones los bailarines. Llegando a emocionar, apasionar e incluso incomodar al espectador. De repente, uno se enfrenta a sus propios miedos, experiencias, sueños y proyecciones, mientras se ve inmerso en la coreografía que contempla.
Cuando se le pregunto cómo se veía en el futuro en una entrevista, su respuesta tras un largo momento de dubitación, estaba llena de melancolía y parece pedir ayuda, “yo deseo para mi futuro fuerza y amor, mucha fuerza”. Y esa fuerza es la que mantuvo en todas sus coreografías y en su aportación al mundo de la danza contemporánea.