Aunque no forma parte de los programas académicos clásicos, aprender interpretación desde pequeños es una herramienta valiosa para la vida en sociedad. Las clases de actuación nos brindan la oportunidad de adquirir consciencia de nuestro cuerpo, de cómo nos relacionamos o de cómo nos enfrentamos al mundo.
Las dinámicas de las clases de teatro suelen partir siempre de juegos que permiten desinhibirse, por lo que es una buena forma de ganar en confianza y seguridad. Además, al tratarse normalmente de sesiones grupales, adquirimos la capacidad de escuchar activamente al resto, de trabajar en equipo, entender las necesidades de nuestros compañeros y de dialogar con el diferente. Por eso, muchas empresas utilizan las clases de interpretación como actividad de teambuilding para potenciar las herramientas creativas, de adaptación, comunicación, liderazgo y trabajo en equipo de grupos profesionales de forma amena.
A título personal, la interpretación nos permite desarrollar capacidades psicomotrices y conocer realmente nuestro cuerpo y cómo expresar correctamente lo que queremos transmitir gracias a los gestos y la voz. De hecho, es una herramienta ideal para aquellos que necesitan aprender a hablar en público transmitiendo ideas concretas. Al utilizar todo nuestro cuerpo como herramienta de trabajo en función de la expresividad, potenciamos las habilidades psicomotrices, mejorando la coordinación, el equilibro, etc.
Por otra parte, cuando nos enfrentamos a la improvisación o a la interpretación de un personaje cuya personalidad nos es completamente ajena, necesariamente vamos a fomentar la creatividad, que luego podremos aplicar también en otros ámbitos de nuestra vida. Además, una sala de ensayos es un lugar que, de entrada, nos resulta completamente ajeno, por lo que nos obligará a salir de nuestra zona de confort y conocer a nuevos compañeros de aventuras.
Pero, sobre todas las cosas, el teatro es un lugar para pasarlo bien, para reír, bailar, cantar, danzar, sentir y adquirir plena consciencia de quiénes somos.